1. Capítulo 4 fragmento

Tenzin Palmo, Jetsunma. En el corazón de la vida. México: Editorial Albricias, 2014


La vida moderna es estresante. Pero continuamente le añadimos más estrés. Las preocupaciones consumen a la mayoría de personas; sin embargo, la mayor parte de dichas preocupaciones no son realmente necesarias. Nos sentimos ansiosos con respecto al futuro, pero el futuro aún no ha llegado. ¿Qué pasa con el momento presente? En este momentos implemente estamos sentados. Tal vez no nos encontremos muy cómodos, ¡pero por lo menos estamos sentados y nadie nos está amenazando y estamos bastante bien! ¿Entonces de qué nos preocupamos? De todos modos, el noventa por cuento de aquello por lo que nos preocupamos no sucederá.

Eso no significa que no podamos planear, pero una vez que hemos planeado algo lo más hábil es soltarlo. Y abrimos para aceptar cualquier cosa que suceda, porque es simplemente lo que sucede en el momento. Tenemos esta idea de que si las cosas suceden como queremos y son placenteras y agradables, entonces es algo bueno para nosotros y demuestra nuestro éxito. Si las cosas nos salen mal y son dolorosas o difíciles, lo imaginamos como un signo de nuestro fracaso. Pensamos que hay felicidad en el samsara. Sin embargo el Buda dijo que el samsara es insatisfactorio.

La cuestión no es la pérdida, el dolor y las críticas. La cuestión es nuestra aversión a eso. Pensamos que no demos experimentar pérdidas, pensamos que no deberíamos experimentar dolor, pensamos que no deberíamos recibir críticas. Pero la pérdida, el dolor y la crítica son simplemente parte de la vida. Todos experimentamos algo de placer y algo de dolor. Siempre  hay alguien que habla bien y alguien que habla mal de nosotros. Ese no es el problema. El problema es que nos afecta y nos resistimos a cualquier cosa que el ego considere desagradable. Y nos aferramos y apegamos con mucha fuerza a cualquier cosa que le proporcione placer a esta noción del yo. Pero si tan solo nos abriéramos para aceptar cualquier cosa de la manera en que está sucediendo en el momento, no habría problema. Nuestras ansiedades se desvanecerían.

Llevamos con nosotros las ocho preocupaciones mundanas  a todas partes. Están finamente  entretejidas en lienzo de nuestra mente. Las encontramos diariamente en nuestro trabajo, en nuestras relaciones como amigos y en casa con nuestra familia. También vienen con nosotros a los centros de Dharma, y en mucho. Esto es lo que Chögyam Trungpa Rinpoché se refiere, por supuesto, como materialismo espiritual. 

El egoísmo puede tomar fácilmente el control de nuestra práctica espiritual. Podemos estudiar Dharma, hacer prácticas, ir a enseñanzas y retiros, pero todo eso puede convertirse en un medio para intensificar esta noción del yo: yo soy una persona espiritual, yo he leído muchísimos textos budistas, yo he conocido a los mejores lamas, yo he recibido todas las iniciaciones principales, yo hago cosas importantes en mi centro de Dharma, yo soy especial. Y realmente depende de nosotros examinar y observar honestamente el interior de nuestra mente. Un sacerdote católico al que conozco dijo que todos somos como pedazos de madera sin tallar. Es muy agradable si siempre nos acariciamos con sedas y terciopelos, pero eso no nos vuelve más suaves. Para volvernos más suaves necesitamos una lija. Las supuestas dificultades y problemas que encontramos en nuestra vida diaria son la lija que nos pule. Así es como aprendemos. Así es como realmente nos evaluamos y crecemos.

Podemos ver lo intolerantes que somos con nosotros mismos. Atrapados por prejuicios y autocríticas, tenemos cierta imagen de como deberíamos ser. Pero cuando las cosas no encajan se crea mucha angustia, ansiedad y tensión. Una gran cantidad de deseo y aversión, de esperanza y temor. 

En lugar de dejarnos arrastrar por las ocho preocupaciones mundanas, podemos cultivar nuestra capacidad de estar presentes y atentos. Podemos aprender a dar un paso atrás y volvernos conscientes de nuestros pensamientos y emociones a medida que surgen y discernir que simplemente son pensamientos y emociones, que no son yo y lo mío. Podemos volvernos más abiertos y adaptables. En lugar de identificarnos totalmente con nuestras esperanzas y temores, nuestras ideas y pensamientos, podemos ver que son meros fenómenos vacíos que surgen durante un momento y luego desaparecen.

Podemos estar presentes. La capacidad de estar presentes, de tomar distancia de nuestros pensamientos y verlos simplemente como pensamientos, y a nuestros sentimientos simplemente como sentimientos, nos permite convertirnos en los amos de nuestra mente, en lugar de sus esclavos. Si verdaderamente controláramos las cosas a nuestra voluntad, seríamos capaces de decirnos por las mañanas: "Está bien, hoy voy a ser feliz, pacífico, adaptado, amable, compasivo y amoroso con todo el mundo”. Y así sería.

El primer punto en las meditaciones, pues reconocer que nuestra mente está fuera de control. El buda describió la mente promedio como un mono salvaje o un elefante en celo. Si alguna vez han visto a los monos salvajes, saben que pasan su tiempo comiendo, peleando y copulando. Los elefantes, por su parte, están completamente fuera de control durante la temporada de apareamiento. Y así se encuentra la mente de la mayoría de la gente: pensando en comida, saltando de un lado al otro, pisoteando. ¡Esa fue la evaluación que hizo el Buda de la mente promedio.... Antes de que existiera la televisión!

La cuestión es que tenemos una mente, una mente que llevamos a todos lados. Podemos ir a los lugares más recónditos del planeta, podemos ir incluso a la Luna o a Marte, pero nunca podemos escapar de nuestra mente. Incluso mientras dormimos nuestra mente está con nosotros, activa en nuestros sueños. Nuestra mente nos habla constantemente. Es nuestro amigo o enemigo más íntimo. Es cierto que es nuestro compañero más constante. Aun así, generalmente está completamente fuera de nuestro control. Y eso es algo trágico.

Prestamos mucha atención a las cuestiones de comodidad y conveniencia exteriores, pero si nuestra mente está fuera de control, nos sentiremos desgraciados aunque vivamos en un palacio. Podemos vivir en una covacha, pero si nuestra mente está en paz, centrada seremos felices. Supongo que desde afuera debe haber parecido muy deprimente, pero yo era muy feliz cuando vivía en la cueva. Fue, por mucho, la época más feliz de mi vida.

En una ocasión fui a visitar a mi madre cuando trabajaba como ama de llaves para un canadiense muy rico. Vivian en Knightsbridge, una zona muy elegante de Londres, y Hyde Park estaba a la vuelta de la esquina. Estábamos ahí, en ese elegante departamento en la mejor área  de Londres, con mucha comida fabulosa. Tenían todo lo que uno pudiera desear, incluso dos televisores. Pero yo me sentí muy aburrida y no estaba a gusto conmigo misma, ese era mi problema. Y entonces pensé: "Bueno, por favor recuerda esto cada vez que pienses que la comodidad material exterior tiene que ver con hacer feliz a la mente”.

EL hecho es que habitamos el estado de nuestra mente.  Y realmente necesitamos  prestar mucha atención a cómo podemos cultivar una mente más pacífica, centrada y ecuánime. Ecuánime significa que, sin importar lo que suceda, podemos afrontarlo. No tenemos que manipular todo a nuestra entera satisfacción.

Hace algunos años, en una conferencia interrreligiosa conocí a un cantante de sufí de Turquía. Cantó una canción sufí muy hermosa sobre la cosas que pueden salir mal en la vida, y el estribillo decía: "Y qué?”

Viajamos juntos de vuelta hasta el aeropuerto de Nueva York, pues ambos nos dirigíamos a otros destinos. Él iba de regreso a Turquía. Cuando llegamos al aeropuerto descubrimos que no había llegado ninguna de las piezas de su equipaje. Pero él solo sonrió, se encogió de hombros y dijo: "Y qué?”

¡Y todos nos reímos! La situación entera era simplemente un hecho.

Dijo: "Ah, qué maravilla. Ya no tengo que cargar todo ese equipaje. Soy libre. Me puedo ir”.

Lo admiré enormemente porque en verdad estaba poniendo en práctica sus palabras. Así pues, cuando las cosas salen mal, también nosotros podemos decirnos: ¿Y qué?

La gente cree que el Buda era pesimista porque el primer tema que abordó fue lo insatisfactorio de nuestra existencia común de todos los días. Pero no lo dejó ahí. No dijo meramente: "Pues bien, la vida es sufrimiento; mala suerte”. Habló de por qué es sufrimiento. Nuestra vida diaria está compuesta de sufrimiento porque nos aferramos. Nos aferramos con tanta fuerza y, a pesar de eso, todo es impermanente. En última instancia, aquello a lo que nos aferramos con tanta fuerza cambiará. El problema no son las cosas; el problema es nuestra mente que se aferra.

Necesitamos dejar espacio para el significado en nuestra vida. Es decir, necesitamos armonizar nuestra mente y nuestra vida. De esta manera podremos beneficiar al mayor número de personas, y también a nosotros mismos. Todos los problemas que realmente aparecen en este mundo, aparte de los desastres naturales, son causados por los seres humanos. Causamos problemas interminables con nuestra mente descontrolada. Se requiere urgentemente de sabiduría y compasión y, sin embargo, estas residen en nuestra propia mente. No se pueden comprar.

En este mundo necesitamos desafíos. Y tenemos que cultivar cualidades que no se pueden desarrollar a menos enfrentemos a desafíos. Lejos de ser contratiempos para nuestro camino espiritual, los desafíos son el camino espiritual. Debemos desarrollar una actitud abierta que tome todo lo que encuentra y lo use. Si las cosas salen mal, si las personas son difíciles, cultivamos la paciencia y la compasión.